Cuando Jesús bajó de la ladera de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.
—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.
Jesús extendió la mano y tocó al hombre.
—Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!
Y al instante quedó sano de la lepra.
Jesús dijo: toda potestad me ha sido dada en la tierra.
Por esta palabra Jesús es el Dios hecho hombre, y como Dios Todopoderoso, ninguna enfermedad lo podía vencer, Él no ha cambiado, ni su poder, han pasado miles de años y Él sigue sanando cualquier dolencia, si se lo pedimos con fe y un corazón sincero.
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